Hacia una Estrategia de Poder Popular para el Perú: Una Mirada desde las Contradicciones Estructurales y la Construcción de Hegemonía
Diagnóstico: La Crisis Multidimensional del Perú Contemporáneo
La realidad peruana en 2025 se caracteriza por una profunda crisis multidimensional, donde conviven de manera contradictoria elementos de modernidad globalizada y estructuras arcaicas. Este fenómeno no es casual, sino el resultado de un modelo de desarrollo dependiente y extractivista que ha exacerbado las desigualdades históricas.
Fragmentación socioeconómica: Sectores de alta tecnología vinculados a la minería y las finanzas coexisten con economías campesinas de subsistencia y relaciones laborales precarias en la agroexportación. Esta dualidad genera tensiones estructurales que se expresan en conflictos territoriales, como la lucha por el agua y la tierra.
Crisis de legitimidad estatal: El gobierno de Boluarte enfrenta una legitimidad mínima (apoyo inferior al 10%), un Congreso fragmentado y la influencia creciente de poderes fácticos (como el narcotráfico y corporaciones transnacionales). El Estado muestra una incapacidad para mediar entre intereses contradictorios, lo que debilita la gobernabilidad y abre espacios para la resistencia social.
Resistencia social multifocal: Las protestas urbanas, las luchas indígenas por la autodeterminación y los paros regionales reflejan un malestar profundo frente a un modelo que privilegia el extractivismo sobre los derechos humanos y ambientales. La criminalización de la protesta y la represión estatal (con saldos trágicos como los 49 fallecidos en manifestaciones) agudizan esta crisis.
En este contexto, la burguesía nacional no logra consolidar un proyecto hegemónico estable, lo que crea una oportunidad para construir alternativas desde abajo.
Ejes para una Estrategia de Transformación desde los Territorios
1. Construcción de Hegemonía Cultural y Política en los Territorios
La crisis actual exige una estrategia de "guerra de posiciones" —concepto inspirado en Gramsci— que priorice la construcción de poder popular en los espacios locales. Esto implica:
Fortalecer asambleas y espacios de decisión comunitaria: En zonas de conflicto extractivo (como Cajamarca, Espinar o Madre de Dios), es crucial crear mecanismos permanentes de participación que articulen demandas urbanas y rurales. Por ejemplo, asambleas populares que discutan temas como la gestión del agua, la defensa de los bosques y la soberanía alimentaria.
Promover comités de defensa territorial: Estos comités pueden ejercer control ciudadano sobre los recursos naturales, combinando saberes ancestrales con herramientas modernas (como plataformas digitales para el monitoréo ambiental). Su función no es solo defensiva, sino también propositiva: impulsar modelos de desarrollo alternativos basados en la economía solidaria y la sostenibilidad.
Disputar el relato cultural: Mediante radios comunitarias, redes sociales y producción artística, es necesario generar narrativas que enfrenten el discurso hegemónico del extractivismo. Consignas como "El agua es vida" pueden traducirse a lenguas quechua y aymara, resignificando la lucha desde una perspectiva plurinacional.
2. Alianzas Sociales Amplias y Transición Democrática
La transformación requiere tejer alianzas entre sectores históricamente marginados: trabajadores urbanos, campesinos, pueblos indígenas y clases medias afectadas por la crisis. Esta articulación debe basarse en un programa de transición que vincule reivindicaciones inmediatas con cambios estructurales:
Consignas democratizadoras: Exigir una Asamblea Constituyente Plurinacional que reconozca los derechos de la naturaleza y la autodeterminación de los pueblos. Paralelamente, impulsar demandas como la auditoría de la deuda externa y la nacionalización de recursos estratégicos bajo control social.
Rechazo a pactos con élites extractivistas: La experiencia muestra que los acuerdos con sectores de la burguesía "progresista" suelen diluir las demandas populares. La estrategia debe priorizar la autonomía de los movimientos sociales.
Internacionalismo concreto: Denunciar al gobierno de Boluarte en foros internacionales (como la CELAC o la CIDH) por su alianza con intereses imperialistas (como el FMI y Estados Unidos). Vincular la lucha peruana con procesos antiimperialistas en América Latina, como las resistencias frente al modelo extractivo en Ecuador o Colombia.
3. Poder Territorial Prolongado y Autogobierno
Inspirados en experiencias de lucha prolongada —como las de movimientos campesinos o indígenas—, se propone la creación de "bases de apoyo popular" en territorios marginados (valles cocaleros, comunidades altoandinas, barrios populares de Lima). Estas bases pueden funcionar como embriones de nuevo poder:
Autogestión económica: Ferias de trueque, bancos de semillas y sistemas de comercio justo que fortalezcan la soberanía alimentaria.
Autodefensa comunitaria: Mecanismos no violentos de protección frente a la represión estatal o el narcotráfico, siempre enmarcados en el derecho a la resistencia.
Formación de cuadros: Escuelas políticas que capaciten en derechos indígenas, ecología política y comunicación popular, asegurando que la dirigencia emerja desde las bases.
Conclusión: Hacia un Nuevo Bloque Histórico
La crisis peruana no se resuelve con reformas cosméticas sino con una estrategia que combine la movilización social, la construcción de poder territorial y la proyección internacional. Verónica Mendoza, Manuel Guerra y Nuevo Perú tienen la oportunidad de encarnar este proyecto si:
Radican su praxis en los territorios en conflicto, evitando el centralismo limeño.
Asumen que la transformación será democratizadora y anticapitalista, sin etapismos que pospongan las demandas populares.
Tejen alianzas concretas con movimientos globales que enfrentan el mismo modelo extractivista.
La clave está en convertir la diversidad de luchas en una fuerza cohesionada que dispute la hegemonía y prefigure un Perú plurinacional y sostenible.
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