Capítulo 30: Dialéctica en la Sombra - Gramsci y Guevara: La Praxis y el Intelectual Nuevo
Introducción: Un Diálogo en las Sombras
La relación entre Antonio Gramsci y Ernesto "Che" Guevara constituye uno de los diálogos más fructíferos y menos explorados dentro de la tradición marxista del siglo XX. Separados por el océano Atlántico, por contextos históricos distintos y por las accidentadas rutas de la recepción teórica, estos dos pensadores revolucionarios desarrollaron concepciones que, al confrontarse, revelan una potente complementariedad dialéctica. Este capítulo examina cómo sus ideas sobre los intelectuales, la hegemonía y la revolución constituyen dos momentos esenciales dentro de lo que ambos denominaron la "filosofía de la praxis".
Aunque no existen evidencias de que Guevara hubiera leído directamente los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci —cuya primera traducción castellana comenzaba a circular en Buenos Aires precisamente cuando el Che combatía en la Sierra Maestra—, ambos compartían "aspectos esenciales de la misma sensibilidad política" . Este análisis se centrará en cómo sus teorías representan respuestas creativas a problemas revolucionarios específicos, dando primacía a la cuestión de los intelectuales sin descuidar otras dimensiones de su pensamiento.
I. Gramsci: Hegemonía y el Intelectual Orgánico
La guerra de posición como estrategia cultural
Para Antonio Gramsci, la revolución en las sociedades occidentales con una robusta sociedad civil no podía limitarse al asalto frontal al poder del Estado (lo que denominaba "guerra de movimiento" o "guerra de maniobra"), sino que requería una prolongada "guerra de posición" . Mientras que en la Rusia de 1917 "el Estado era todo, la sociedad civil era primordial y gelatinosa", en Occidente "el Estado era sólo una trinchera exterior, detrás de la cual había un poderoso sistema de fortalezas y earthworks" . Esta observación fundamental llevó a Gramsci a desarrollar su concepto más conocido: la hegemonía cultural.
La hegemonía gramsciana representa el liderazgo cultural, moral e ideológico que las clases dominantes ejercen sobre las clases subalternas, no mediante la coerción directa sino a través del consentimiento organizado en la sociedad civil . Según Gramsci, las iglesias, escuelas, medios de comunicación, asociaciones y otras instituciones "privadas" funcionaban como "trincheras" que defendían al sistema capitalista mucho más eficazmente que el aparato estatal mismo .
El intelectual orgánico como arquitecto de la contrahegemonía
En este contexto, Gramsci introdujo su fundamental distinción entre el intelectual tradicional (que se percibe a sí mismo como autónomo y por encismo de las clases sociales) y el intelectual orgánico (que surge directamente de una clase social específica y articula su conciencia y sus intereses) . Para Gramsci, toda clase social que aspira al poder genera sus propios intelectuales orgánicos, cuya función es construir una contrahegemonía capaz de desafiar el sentido común dominante .
El intelectual orgánico gramsciano no se limita a filósofos o escritores, sino que incluye a todos aquellos que desempeñan funciones organizativas, directivas y educativas en la sociedad: ingenieros, managers, periodistas, maestros, etc. . Su tarea esencial es "elevar" el nivel intelectual de las masas, traduciendo la filosofía espontánea contenida en el sentido común y el folclore popular en una concepción del mundo coherente, crítica y consciente . Es el organizador de la conciencia de clase, el arquitecto del "cemento" ideológico que unifica al bloque histórico revolucionario.
II. Guevara: El Intelectual en Armas y el Hombre Nuevo
La praxis revolucionaria como fundamento
Michael Löwy señala acertadamente que "para el Che, el marxismo era ante todo la filosofía de la praxis" . Esta concepción, inspirada en las Tesis sobre Feuerbach del joven Marx, sitúa la actividad humana sensible como el demiurgo capaz de transformar la vida social. Para Guevara, el verdadero conocimiento revolucionario no podía derivarse de la mera especulación teórica, sino que emergía de la praxis transformadora .
Esta comprensión de la filosofía de la praxis anuda a Guevara con Gramsci a través de lo que el académico Jaime Massardo identifica como una "misma sensibilidad política", a pesar de que no exista una influencia directa . Ambos pensadores compartían la convicción de que la teoría y la práctica constituían una unidad dialéctica indisoluble.
El guerrillero como intelectual orgánico
En la praxis del Che, la figura del intelectual sufre una transformación radical. El guerrillero se convierte, por necesidad, en un intelectual orgánico en armas. La clásica dicotomía entre trabajo manual e intelectual se desvanece en la figura del revolucionario que debe ser capaz simultáneamente de analizar la realidad social, estudiar teoría, alfabetizar a los campesinos, explicar los objetivos de la revolución y, al mismo tiempo, combatir .
El "foquismo" guevarista, más allá de su dimensión estratégico-militar, representa un acto pedagógico de enormes proporciones. El foco guerrillero funciona como un "intelectual colectivo" que, a través de su ejemplo concreto, ilumina y acelera la conciencia revolucionaria de las masas. El Che personificó esta unión indisoluble entre pensamiento y acción: siendo un ávido lector y escritor (sus diarios, sus ensayos sobre economía, filosofía y guerra), su escritura nace siempre de la experiencia directa, de la praxis revolucionaria.
Hacia el "Hombre Nuevo"
La función última del intelectual/guerrillero para el Che no se agota en la toma del poder, sino que apunta a la creación de una nueva sociedad y, con ella, de un "hombre nuevo" . Este concepto, de profunda raigambre ética, exige que el intelectual sea el ejemplo vivo de esta nueva humanidad: desinteresado, sacrificado, motivado por valores morales y no por incentivos materiales.
La famosa frase del Che —"Hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás"— sintetiza el programa para este intelectual revolucionario: combinar la rigurosidad teórica y la disciplina férrea ("endurecerse") con un profundo compromiso ético y humano ("la ternura"). El intelectual guevarista no es un observador externo, sino un participante que se juega la vida en el proceso revolucionario.
III. Dialéctica en la Sombra: Tensiones y Complementariedades
Guerra de posición vs. guerra de movimiento: ¿Estrategias contrapuestas?
La distinción gramsciana entre "guerra de posición" (la lucha cultural prolongada) y "guerra de movimiento" (el asalto frontal al poder) parece oponer radicalmente a ambos pensadores . Gramsci, desde la cárcel en una Italia fascista con una sociedad civil compleja, enfatizaba la larga guerra de posiciones. El Che, desde la realidad del subdesarrollo latinoamericano y las dictaduras brutales, actuaba a través de lo que parecería una guerra de movimiento.
Sin embargo, esta aparente oposición oculta una complementariedad dialéctica más profunda. El "foquismo" del Che puede interpretarse como un método para crear las condiciones subjetivas (la conciencia revolucionaria) que en el modelo gramsciano se desarrollan de forma más orgánica. El guerrillero guevarista es el intelectual orgánico que, en ausencia de un partido de masas y ante la debilidad de la sociedad civil, inicia la construcción de la contrahegemonía desde la selva y la montaña.
El momento de la conciencia: construcción vs. detonación
Para Gramsci, la conciencia de clase se construye pacientemente a través del trabajo de los intelectuales orgánicos en las trincheras de la sociedad civil . Para el Che, en cambio, la conciencia puede detonarse a través del ejemplo ético y el sacrificio de la vanguardia . El intelectual gramsciano opera como un sembrador paciente; el intelectual guevarista funciona como un catalizador ardiente.
Esta diferencia, no obstante, es más de énfasis que de esencia. Ambos reconocen que sin un cambio en la conciencia de las masas, cualquier revolución estaría condenada al fracaso. Ambos buscan el mismo fin: una clase popular con conciencia revolucionaria capaz de ejercer el poder.
La dimensión ética como punto de encuentro
Tanto Gramsci como Guevara otorgan una centralidad absoluta a la dimensión ética del proceso revolucionario. Para Gramsci, la hegemonía no se basa exclusivamente en la fuerza o la coerción, sino en una autoridad moral e intelectual capaz de presentar los intereses de la clase revolucionaria como intereses universales . Para el Che, la revolución es, ante todo, "un acto de amor" y de profunda moral, como señalaba en su mensaje a la Tricontinental .
En ambos pensadores, el intelectual revolucionario debe encarnar un modelo de coherencia y entrega que lo diferencie radicalmente de los intelectuales tradicionales al servicio del poder. El intelectual orgánico gramsciano y el guerrillero guevarista comparten la misma exigencia de integridad moral y compromiso total con la causa popular.
Conclusión: La Sombra y la Luz
La dialéctica entre Gramsci y Guevara representa la síntesis entre la sombra (el trabajo cultural, paciente y subterráneo) y la luz (la acción ejemplar, el sacrificio visible). Gramsci proporciona el mapa estructural de la revolución en las trincheras de la cultura y la ideología; Guevara personifica el motor subjetivo y ético que debe impulsar a los actores de ese mapa.
Juntos, ofrecen una visión completa del proceso revolucionario: una lucha que es simultáneamente un asedio prolongado (Gramsci) y un acto fundacional heroico (Guevara). En esta dialéctica entre la sombra y la luz, entre la paciencia estratégica y el impulso ético, se inscribe la figura del intelectual nuevo —orgánico y combatiente, teórico y práctico, estratega y ético— que ambos contribuyeron a definir y que sigue interpelándonos en el siglo XXI.
En última instancia, la "dialéctica en la sombra" entre Gramsci y Guevara nos revela que la transformación revolucionaria exige tanto la construcción de una nueva hegemonía cultural como la encarnación visible de una nueva ética revolucionaria —siendo el intelectual orgánico el puente necesario entre ambos momentos—.
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