Multipolaridad o extinción: la disyuntiva civilizatoria y la herramienta concreta del Sur
Un análisis sobre la encrucijada histórica, el fracaso del unipolarismo y el proyecto material que construye el mundo que viene.
Vivimos en lo que el embajador ruso en México, Nikolay Sofinskiy, ha definido como una “crisis generalizada” del sistema internacional. Esta no es una crisis coyuntural, sino el punto de quiebre de un orden —el de Yalta-Potsdam— que ha sido sistemáticamente dinamitado por la pretensión hegemónica unilateral de Occidente. La disyuntiva que se abre ante nosotros ya no es entre modelos económicos en abstracto, sino entre dos trayectorias civilizatorias: la profundización de un unipolarismo caótico y extractivista, que nos conduce a la entropía social y ecológica terminal, o la construcción consciente de un mundo multipolar como única vía para la supervivencia colectiva. La primera es la senda de la extinción; la segunda, la de la posibilidad.
El fracaso administrado: Siria, Bolivia y el callejón sin salida
El unipolarismo no ha fracasado por accidente, sino por diseño. Su lógica es la del “caos controlado”, que genera estados fallidos administrados para drenar recursos y soberanías. Siria es el prototipo: una nación destruida, convertida en una herida abierta de migraciones y terrorismo, donde la intervención contenedora no logró imponer una paz soberana. Es la materialización de una estrategia de exclusión y división de larga data.
En nuestro continente, la tragedia boliviana de 2019 fue la reimposición por la fuerza —mediante lawfare y golpe blando— del paradigma extractivista-neoliberal sobre un proyecto de soberanía. Demostró la vulnerabilidad de los procesos de cambio ante el ataque coordinado de oligarquías locales y poder mediático transnacional. Mientras, el estancamiento chileno tras el “estallido” revela el callejón sin salida del neoliberalismo maduro: un modelo irreformable desde dentro de sus propias instituciones, que oscila entre la rebelión social y la represión, sin capacidad de generar una nueva estabilidad. Estos no son casos aislados; son síntomas del mismo síndrome terminal: la incapacidad del orden vigente para producir vida digna, justicia o futuro.
La alternativa no es un lema, es una construcción material
Frente a este panorama, la multipolaridad no es un deseo ni una consigna vacía. Es un proceso de construcción geopolítica, económica y filosófica con actores concretos. Como analiza Alfredo Jalife-Rahme en La Jornada, la visión rusa, ejemplificada en el discurso de Putin en el Club Valdai, plantea la multipolaridad basada en “Estados-civilización” soberanos, una estructura que no se veía desde antes de la era colonial. Se trata de polos con profundidad histórica, cultural y de pensamiento propio, capaces de una soberanía real.
Rusia y China no son meros “países opositores”. Son las fuerzas históricas con capacidad estatal, militar y tecnológica para fracturar la unipolaridad y crear el espacio para que otros respiren. Su papel es el de un dique de contención indispensable. Como señala Sofinskiy, Rusia defiende un orden donde prime el derecho internacional y se escuche la voz de la mayoría global representada por Asia, África y América Latina. Esta alianza estratégica es, por lo tanto, un imperativo de supervivencia para el Sur Global, más allá de simpatías ideológicas abstractas.
UNIT: La herramienta financiera de la soberanía
La multipolaridad se construye con hechos, no con discursos. Y el hecho más contundente de los últimos tiempos es el desarrollo del “UNIT” (The Unit) por los BRICS+. Este proyecto, analizado en profundidad por el geopolólogo Pepe Escobar, es mucho más que una idea: es una herramienta monetaria digital lista para implementarse.
El UNIT representa la materialización concreta de la desdolarización. Como advirtió el profesor Gao Bai, las sanciones occidentales han acelerado la búsqueda de alternativas, llevando a un sistema futuro donde coexistirán varias divisas importantes. El UNIT es la propuesta del Sur Global para ese nuevo sistema. Su potencial es tal que hasta JP Morgan lo ha reconocido como “quizás la propuesta de desdolarización más completa” en el ámbito de las transacciones transfronterizas.
Conclusión: La urgencia histórica
La pregunta central, como formuló el embajador Sofinskiy, es si el mundo se convertirá en un espacio multipolar o en uno unilateral basado en la fuerza y métodos neocoloniales. La guerra en Ucrania es un episodio de esa disputa mayor.
Los fracasos de Siria, Bolivia y Chile son las señales de alarma de un sistema en fase terminal. Frente a él, el eje Rusia-China y los BRICS+ no ofrecen un paraíso, sino lo único relevante en este momento histórico: un espacio de soberanía posible. Ofrecen la arquitectura para un “despegue suave” hacia un nuevo orden, en lugar del “aterrizaje forzoso” o colapso al que nos conduce el unipolarismo.
La Tierra urge. La Vida urge. Lo Social urge. En esta encrucijada, apoyar y comprender el proyecto multipolar —con sus actores principales y sus herramientas como el UNIT— trasciende toda política partidista. Es un acto de realismo frente a la extinción. Es optar por la organización colectiva frente a la entropía depredadora. El futuro no se negocia en salones diplomáticos vacíos; se construye, bloque por bloque, en la lucha por un mundo donde quepan todos los mundos, o no quedará mundo alguno donde caber.
Comentarios
Publicar un comentario