Segunda Parte: El Infarto de la Conciencia y el Retiro del Futuro
El primer diagnóstico, el geopolítico, es claro: unipolaridad depredadora o multipolaridad soberana. Pero esta disyuntiva se juega en un campo de batalla más profundo y ya devastado: el de la mente colectiva. Antes de que los misiles agoten la biosfera, un colapso anterior ha hecho implosión: el colapso de la imaginación.
El capitalismo contemporáneo ha completado su obra maestra. Ya no se contenta con explotar cuerpos y recursos; ha colonizado el territorio mismo de la subjetividad, el tiempo interior y la capacidad de pensar. Ha creado un pánico de masa programado, una nevrosa global inducida por el flujo infinito, acelerado y contradictorio de información. Este es el verdadero "giro giratorio": una espiral de noticias, alertas, estímulos y exigencias que gira a velocidad de vértigo, fragmentando la atención, erosionando la empatía y dejando a la psique colectiva en un estado de perpetua náusea cognitiva. Es la producción industrial del miedo, la ansiedad y la impotencia como combustibles del control.
En este régimen, el lenguaje mismo ha sido tomado como rehén. Las palabras han sido vaciadas de significado histórico y cargadas de consignas huecas. "Libertad" significa desregulación financiera. "Democracia" se convierte en sinónimo de intervención militar. "Futuro" se reduce a una proyección de ganancias trimestrales. Este empobrecimiento semiótico es un arma más poderosa que cualquier tanque: crea un desierto mental donde es imposible articular un "nosotros" sólido, una memoria común o un proyecto alternativo. Si no hay palabras para nombrar el desastre, mucho menos para nombrar la salvación, solo queda la parálisis.
Aquí es donde la disyuntiva multipolaridad o extinción adquiere su dimensión más crucial. La multipolaridad no puede ser solo un nuevo mapa de bloques de poder. Para ser la alternativa a la extinción, debe ser, ante todo, una ecología de la mente. Debe constituirse como un retiro estratégico de este flujo tóxico.
¿Retirarse a dónde? No a la caverna, sino a la construcción de espacios de lentitud, de atención sostenida y de lenguaje reparado. Los polos de soberanía que emergen (Rusia, China, los BRICS+) son significativos no solo por sus ejércitos o sus reservas de oro, sino por su capacidad de declarar: Aquí el tiempo es otro. Aquí la narrativa no la escriben los algoritmos de Silicon Valley. Aquí la palabra "desarrollo" puede significar algo distinto al extractivismo, y la palabra "seguridad" puede ligarse a la soberanía alimentaria y no a la doctrina del ataque preventivo.
El proyecto UNIT, en esta clave, es mucho más que un mecanismo financiero. Es un acto de saneamiento semiótico. Al desvincular el valor del decreto unilateral de la Reserva Federal y anclarlo en un acuerdo material (oro) y colectivo (una canasta de monedas), está reparando un lenguaje económico destruido. Está diciendo: "Esta palabra, 'valor', ya no significará lo que Washington dicte que significa". Es un primer paso para recuperar el código con el que nombramos el mundo.
La verdadera "tosca bestia" que debe nacer, entonces, no es un leviatán más brutal, sino una nueva sensibilidad. Una sensibilidad capaz de soportar la complejidad sin colapsar en el pánico, de mirar el desastre a los ojos sin rendirse, y de tejer, en medio del ruido global, islas de significado compartido. La multipolaridad es la condición de posibilidad para esta nueva sensibilidad: crea el espacio material (geopolítico, económico) donde puede germinar.
Por eso, la lucha final no es por el control de los recursos, sino por el control del tiempo y la atención. Extinguirse no es solo morir físicamente; es aceptar que el futuro ha sido cancelado, reducido a una mera prolongación del presente catastrófico. La única manera de rechazar la extinción es re-abrir el futuro, inventar nuevos horizontes de tiempo. Y eso requiere un acto de deserción masiva de la histeria unipolar, un éxodo cognitivo hacia las zonas donde el tiempo pueda volver a respirar, a extenderse, a soñar.
La Tierra urge. La Vida urge. Lo Social urge. Y lo Social hoy está herido de muerte en el campo de batalla de la psique. La multipolaridad, o será una terapia colectiva para esta herida, o será solo un intermedio antes del final. Su tarea no es ganar una guerra, sino hacer posible, de nuevo, el pensamiento.
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